Que todo lo bueno que tienes y puedes obtener, viene directamente de Dios. El es tu proveedor directo.
Que si Dios te bendice con sus dádivas, no es por tu méritos o capacidades personales, sino por su gracia incondicional. Que todo lo que te adjudicas como “tuyo”, te ha sido prestado por él, para que lo administres en función de tu prójimo y para la extensión de su Reino sobre la tierra. Si Dios ha decidido bendecirte abundantemente, es porque quiere hacer de ti, un canal de bendiciones.
He aquí tres actitudes especificas que debes tener en cuenta … Haz de Dios tu prioridad única y absoluta, que todas tus cosas estén subordinadas a él…
Conságrale a Dios tus bienes para que se constituyan en medios de bendición para los demás y contribuyan a la extensión de su Reino …
Enfocate en cumplir con el propósito eterno por el cual has venido a la tierra: no hacerlo, seria echar a perder todo lo que eres y lo que tienes.
“Así, pues, tengamos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel”. 1ra a los Corintios 4:1-2
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