“Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sión” Salmo 137:1
Un día, Nabucodonosor destruyo todo Jerusalén y aprisiono a los hijos de Israel. El exilio fue triste. Lejos de casa, de la familia y de los amigos. Había dos opciones; olvidarse para siempre de Israel, o vivir en Babilonia abrigando el sueño de volver un día al hogar.
Iglesia: un día también el enemigo de Dios llego y aprisiono a la humanidad, destruyendo todos los sueños, valores y principios. Como Israel, estamos muy lejos del verdadero hogar. Este mundo está lleno de cosas desagradables por las consecuencias naturales del pecado; por eso Jesús dijo. “Mi reino no es de este mundo” Jn 18:36. El salmista refiere a que mientras Israel vivía en babilonia, se sentaba junto a los márgenes del río y lloraba con nostalgia acordándose de Sión.
Hermano, se corre el peligro de olvidar que este mundo no es nuestro hogar definitivo. Somos peregrinos y vamos rumbo a la casa del padre. Es importante determinar nuestras elecciones y prioridades. El trabajo, el estudio, el placer y otras cosas que hemos vuelto prioridad, puede provocar que poco a poco nos olvidemos de Sión, el monte santo, símbolo del gobierno divino. Recordemos que nuestra ciudadanía está en los cielos, por lo que debemos vivir siempre mirando a lo alto: Sión.
Comments are closed, but trackbacks and pingbacks are open.