Aquello que no tiene precio, porque no se compra, es lo que precisamos aprender a valorar.
No se compra la amistad, el amor, el afecto. No se compra cariño, dedicación abrazos, y besos. No se compra el rayo del sol, ni su calor, ni las gotas de lluvia. No se compra la canción del viento que pasa silbando por el tronco hueco de un árbol, todo ello es gratis.
El niño que corre a nuestro encuentro de forma espontánea y se cuelga en nuestro cuello. No tiene precio, el collar que hace alrededor de nuestro cuello con sus bracitos, no está en venta en ninguna joyería, y el calor que trasmite dura lo que dure nuestro recuerdo.
El aire que respiramos, la risa que enreda nuestros cabellos, el verde de los árboles y el colorido de las flores es dado por Dios.
Pensemos en esto y aprovechemos todo lo que está a nuestro alcance sin precio, sin patentes, sin etiquetas.
Aprovechemos los momentos de ternura que el amor nos ofrece intensamente, entendiendo que siempre la manifestación de afecto es única, extraordinaria, especial.
Seamos felices desde hoy, mientras el día nos sonríe y el sol despliega su luz en nuestros corazones apasionados por la vida.
Seamos agradecidos con Dios por todo aquello que nos ofrece gratuitamente.
“Considerad los lirios del campo … ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos” Mateo 6:28-29