El metodista nació en Inglaterra en el siglo XVIII en una época de marcada frialdad racionalista y de formalismo ritual en la vida de la iglesia Anglicana, y de gran decadencia moral en el pueblo inglés.
En 1729, un grupo de jóvenes en la universidad de Oxford se propuso buscar seriamente la santidad cristiana. Tanto se distinguieron por sus prácticas metódicas de piedad religiosa y de caridad a los presos y necesitados que sus compañeros, en son de burla, los señalaban diciendo: “Ahí van los Metodistas”. Alma de este grupo fue el joven docente universitario, Juan Wesley, presbítero de la Iglesia Anglicana.
El gran movimiento Metodista, sin embargo, no comenzó sino después que Wesley dejara su residencia en Oxford para ir a Norteamérica como misionero y regresara a establecerse en Londres. A pesar de su firme disciplina religiosa y su intenso anhelo de santidad, Wesley no estaba realmente seguro de su salvación personal, no tenía tranquilidad de espíritu, ni era capaz de comunicar su fe a otras personas. El momento decisivo de su vida tuvo lugar la noche del 24 de mayo de 1738 en una reunión de oración y testimonios que se celebraba en la calle de Aldersgate en Londres. Anota Wesley en su diario de vida:
“A la noche fui con muy pocas ganas a una Sociedad en la calle de Aldersgate, donde alguien leía el Prefacio de Lutero a la Epístola a los Romanos. A eso de las nueve menos cuarto, mientras describía el cambio que Dios opera el corazón mediante a Fe en Cristo, yo sentí un extraño ardor en mi corazón. Sentí que confiaba en Cristo, y únicamente en Cristo, para mi salvación; y me fue dada una seguridad de que Él había quitado todos mis pecados, si los míos, y me había librado de la ley de pecado y de la muerte… Comencé a orar con tomo mi ser por aquellos que de alguna manera particular me habían usado desdeñosamente y me habían perseguido. Luego testifique abiertamente a todos allí reunidos lo que ahora, por primera vez, experimentaba mi corazón.”