Lección No 6 Sobre el Evangelio de Juan

Jua 4:1-40

1  Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan

2  (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos),

3  salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea.

4  Y le era necesario pasar por Samaria.

5  Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.

6  Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta.

7  Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber.

8  Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.

9  La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.

10  Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.

11  La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?

12  ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?

13  Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;

14  mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

15  La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.

16  Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá.

17  Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido;

18  porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.

19  Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.

20  Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.

21  Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.

22  Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.

23  Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.

24  Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

25  Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.

26  Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.

27  En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?

28  Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres:

29  Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?

30  Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.

31  Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come.

32  Él les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.

33  Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer?

34  Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.

35  ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.

36  Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega.

37  Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega.

38  Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.

39  Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.

40  Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días.

Si quieres que una persona dormida te escuche, hay que despertarla. 

Jesús sabía esto muy bien. Cuando quiere enseñarnos de la adoración, tiene un encuentro con una mujerzuela.

“Ve, llama a tu marido, y ven acá.”

“No tengo marido.”

“Bien has dicho: No tengo marido 

porque cinco maridos has tenido, 

y el que ahora tienes no es tu marido. 

Esto has dicho con verdad.”

Y puedo imaginarme 

que después de decir esto, 

Jesús se queda ahí sentado 

en la orilla del pozo 

con las manos en el regazo, 

mirándole en los ojos a la mujer, 

a punto de enseñarle y 

enseñarnos de la adoración verdadera.

En medio del adulterio, 

el hambre, y 

conflictos de racismo, 

nos quiere enseñar 

de la adoración verdadera.

Jesús ha de estar muy cansado, acalorado, sudado, sediento y 

decide en este momento 

buscar a alguien que le adore – 

una adúltera samaritana. 

Decide enseñarles a sus discípulos 

qué tipo de adoradores quiere su padre.

Pero, primero vamos a profundizar el trasfondo de este relato.

Jesús con sus discípulos está pasando 

por Samaria rumbo a Galilea 

en las afueras de un pueblo 

que se llama Sicar, 

donde está el pozo de Jacob, 

que está en el terreno 

que Jacob le dio a su hijo José 

hace casi 2000 años.

¿Quiénes eran los samaritanos?

Los descendientes de los judíos 

que quedaron en Israel después del exilio

del reino de Israel en 729 aC. 

Muchos de ellos se habían casado con los extranjeros que vinieron a Israel a vivir. Habían construido su propio templo 

en el Monte Gerezim 

que está a un km al suroeste 

del pozo de Jacob. 

Los samaritanos rechazaban los libros del AT del canon de los judíos 

con la excepción su propia versión 

de los libros del Torá de Moisés. 

Los dos grupos se odiaban. 

Los judíos a los samaritanos 

porque antes eran parientes 

pero se contaminaron 

por casarse con extranjeros, 

eran mestizos, 

eran de raza mixta. 

Era cuestión de lealtades tribales, 

lo que ocurre a través del mundo. 

Los samaritanos a los judíos 

porque creían que 

su Monte Gereaim era el jugar verdadero.

Monte Gerizim, o Jebel et-Tor, 

es el monte sagrado de los samaritanos

desde hace miles de años. 

Según sus tradiciones, 

era el monte sagrado 

con más importancia 

que el templo de Jerusalén. 

En la cumbre supuestamente hay 

una piedra sobre el cual Abraham 

iba a sacrificar a Isaac. 

Esta enemistad tenía siglos, 

como la de los protestantes y católicos de Irlanda, 

Como la de los moros y los cristianos de España, 

como la de los blancos y los negros de los EE.UU., 

como la de los mexicanos que tienen sangre europea y los mexicanos indígenas. 

Siglos.

En medio de este racismo, 

este odio tribal de siglos, 

Jesús, un judío, se sienta al lado del pozo 

y le pide a una samaritana que le dé agua.

Con razón que la mujer le pregunta “¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?” Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.” 

Jesús le contesta “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.” 

La mujer se asombra de que Jesús 

le haya pedido agua 

pero Jesús dice 

que es más asombroso que la mujer 

no le haya pedido agua viva 

porque se la hubiera dado.

Pero la mujer no entiende lo que Jesús 

le está diciendo. 

Espiritualmente está torpe, 

está muerta. 

Está esclavizada a sus pecados, 

a la carne.

Dice – Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?

Y si quieres que tome agua que no viene del pozo de Jacob, ¿te crees mayor (mejor, más grande, más importante) que Jacob. Todavía no está agarrando la onda de Jesús.

Entonces Jesús le contesta, “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” 

Jesús le dice que lo asombroso 

no es que yo te dé agua sin tener cubeta 

sino que si tomares el agua que te voy a dar, jamás tendrías sed. 

Además esta agua se convertiría 

en una fuente de agua de vida eterna.

¿Qué quería decir Jesús?

Vemos otro paralelo en 

Jua 7:37-39

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.

Igual como en Juan 4:14, 

Jesús habla de que el agua entra 

por la boca y luego una fuente 

hace que salga mucha agua de la misma persona. 

Pero en Juan 7, Juan aclara que 

Jesús está hablando del Espíritu Santo. 

Es el mismo Espíritu 

que te quita la sed que tiene tu alma y 

te convierte en una persona 

de cuyo interior rebosará vida 

en vez de absorber y disminuir la vida de los demás.

Jesús está diciendo que 

el Espíritu Santo te satisface y 

te hace una fuente de vida. 

Hace que nos queden muy claras las palabras de Cristo. 

Cuando bebemos las palabras de Cristo, 

estamos bebiendo vida y verdad. Y 

conoceremos la verdad y la verdad 

nos hará libres.

N lo personal, 

cuando dejo de beber de la fuente 

que es la Palabra de Cristo, 

me siento muerto, 

me siento desanimado, 

y ya no veo el propósito de Dios 

para mi vida.

Si no estás bebiendo y 

bebiendo y 

bebiendo de la fuente 

de las palabras de Cristo, 

te estás deshidratando. 

Si solo estás tomando a sorbos 

de la palabra de Dios, 

vas a tener sed y 

no te vas a llenar de la verdad y 

la vida que son las palabras de Cristo.

Esto es lo que Jesús quiere que esta mujer vea pero ella no entiende. 

Dice, “Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.” 

Ella está cansada de venir desde su casa hasta el pozo para conseguir agua. Todavía está enfocada en lo físico y no entiende lo que Jesús le está diciendo.

Jesús le quiere convertir en una adoradora de espíritu y de verdad.

Entonces Jesús le hiere, le pica.

Le dice – Ve, llama a tu marido, y ven acá.

¿Por qué Jesús la descubre de esta manera?

Jua 3:20

20  Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.

Si escondemos el pecado en nuestra vida, no podemos ver la luz que es Cristo.

El pecado es una lepra espiritual.

La lepra – enfermedad infecciosa crónica, caracterizada principalmente por síntomas cutáneos y nerviosos, sobre todo tubérculos, manchas, úlceras y anestesias.

Anestesias – donde dejas de sentir, donde pierdes la sensibilidad.

Seguimos pecando y 

seguimos pecando y nuestro espíritu poco a poco va perdiendo sendibilidad. 

Al final, podemos desgarrar nuestro propio espíritu y no sentimos nada.

Pero aquí en Juan 4, Cristo quiere la salvación de esta mujer.

Entonces descubre su lepra espiritual diciéndole, 

“Cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido.”

Ahora fíjense en la reacción de una persona cuando la “lámpara de la convicción del Espíritu Santo” se prende y descubre su pecado.

Contesta – “Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.”

En vez de enfrentarse con su pecado, cambia el tema y se pone a hablar del conflicto entre los judíos y samaritanos.

Un pecador atrapado es capaz de trastorna su propia mente y 

tirar a los vientos las reglas de la lógica. Su respuesta es incongruente.

“Pues… ya que estamos hablando de mis cinco maridos y mi adulterio, ¿cuál es tu posición en cuanto a la preferencia del lugar donde se debe adorar? O en Monte Gerezim o en Jerusalén?”

Cuando una persona se enfrenta con su propio pecado, este tipo de respuesta ilógica es muy común. 

Disparata porque está ocultando algo.

Cuando la consciencia está limpia, 

la lógica sigue intacta  porque la persona no oculta nada.

Veamos como contesta Jesús a esta respuesta ilógica.

Él dice que DONDE se adora no se compara con COMO y a QUIEN se debe adorar.

Jua 4:21-23 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.

La adoración verdadera 

no es meramente un acto externo 

que se puede realizar por ir a cierto lugar. La adoración es, 

en primer lugar, 

un acto espiritual, 

un acto de corazón. 

La oración que no nace del corazón 

es en vano. 

Las canciones de alabanza que no nacen del corazón, 

Dios no las escucha.

La adoración verdadera debe basarse en la espiritualidad y en la verdad.

Adorar en espíritu y en verdad 

es lo contrario de insistir en cierta forma o seguir las tradiciones.

Adorar en espíritu y en verdad 

es lo contrario enfocarse en lo externo.

Adorar en espíritu y en verdad 

es lo contrario de tener una interpretación inadecuada de Dios.

Adorar en espíritu y en verdad 

quiere decir que la adoración verdadera nace del espíritu y está basada en un entendimiento correcto del carácter de Dios.

La adoración verdadera debe involucrar el corazón y la mente.

La verdad sin sentimiento produce la ortodoxia. 

Sentimiento sin verdad produce un frenesí vacío e inútil.

La adoración verdadera emana de un pueblo, 

de una iglesia profundamente sentimental y que anhela una doctrina profunda y sana.

Sigamos con vs 25 y 26

25  Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.

26  Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.

Aquí vemos que la mujer sabía que había de venir el Mesías. Jesús se identifica como el Cristo, diciendo “Ego eimi.” Yo soy el que soy.”

Luego la mujer se va e invita a todos los del pueblo que vengan a ver a Jesús diciendo, “No será éste el Cristo?

Llegan muchos y platican y le invitan a Jesús que se quede y decide quedarse otros dos días. Ellos deciden que Jesús es el Salvador del mundo, el Cristo.

Profesor Tim Harvey