“Dios mío, enséñame a vivir como Tú siempre has querido. Tú eres mi Dios y salvador, y en Ti siempre confío”. Salmos 25: 4-5 (TLA)
Cada día que pasa me convenzo más que no podemos vivir ni un minuto lejos de nuestro buen Dios. Desde el tiempo en que comenzamos a vivir en su amor, y reconocimos a Jesucristo como nuestro salvador personal arrepintiéndonos de nuestros pecados, el Señor se convirtió en el centro de nuestra vida y, por lo tanto, todo lo que viene y va, y lo que vivimos tiene que ver con Él, y que no podemos vivir si no es que Él esté a nuestro lado para guiarnos y sustentarnos.
A todo eso se le llama: “Dependencia”. Y es que nosotros los hijos de Dios necesitamos reconocer nuestra dependencia de Él, de ninguna manera podemos ir por el mundo creyéndonos independientes, tomando decisiones sin antes consultarlo y esperar su respuesta, esperar en su perfecta voluntad.
El Salmo 147:10-11 dice: “No se complace en la fuerza del caballo ni en el poder del ser humano. No, el Señor se deleita en los que le temen, en los que ponen su esperanza en su amor inagotable”. No hay ningún poder que se más grande que nuestro Dios. Él no se deslumbra por la capacidad, ni por los talentos, ni las fuerzas, ni la habilidad de los seres humanos, porque todo esto es su propia creación, tanto nosotros como lo que recibimos, pertenece a Dios.
Los seres humanos fallamos y somos limitados; por lo tanto, debemos siempre apegarnos al Señor, para poder ser mejores y ser vencedores en el nombre del Señor. Él no espera de nosotros que lo deslumbremos con algún esfuerzo, sacrificio o talento, ya que solo se complace cuando sabiamente decidimos tener el mayor respeto y temor reverente hacia su persona.
La Biblia dice que el principio de la sabiduría es el temor a Dios, eso nos indica que cuando alguien desecha la ayuda de Dios, se revela o lo ignora, está siendo ignorante. Confiar, significa saber que Dios lo gobierna todo y que nuestros esfuerzos y habilidades son una bendición duradera solo cuando los utilizamos confiando en que Él está ayudándonos y abriendo puertas con su gracia. Si aceptas la ayuda de Dios con humildad, confías en su amor y eres íntegro, su bendición estará en lo que hagas.