El gran movimiento Metodista, no comenzó sino después que Wesley dejara su residencia en Oxford para ir a Norteamérica como misionero y regresara a establecerse en Londres. A pesar de su firme disciplina religiosa y su intenso anhelo de santidad, Wesley no estaba seguro de su salvación personal, no tenía tranquilidad de espíritu, ni era capaz de comunicar su fe a otras personas. El momento decisivo de su vida tuvo lugar la noche del 24 de mayo de 1738 en una reunión de oración y testimonios que se celebraba en la calle Aldersgate en Londres. Anota Wesley en su diario de vida: “A la noche fui con muy pocas ganas a una Sociedad de la calle Aldersgate, donde alguien leía el Prefacio de Lutero a la Epístola a los Romanos. A eso de las nueve menos cuarto, mientras describía el cambio que Dios opera en el corazón mediante la fe en Cristo, yo sentí un extraño ardor en mi corazón. Sentí que confiaba en Cristo, y únicamente en Cristo, para mi salvación; y me fue dada una seguridad de que Él había quitado todos mis pecados, sí los míos, y me había librado de la ley del pecado y de la muerte… Comencé a orar con todo mi ser por aquellos que de alguna manera particular me habían usado desdeñosamente y me habían perseguido. Luego testifiqué abiertamente a todos los allí reunidos lo que ahora, por primera vez, experimentaba en mi corazón.”