A la Escuela Dominical voy a aprender más de Dios. El objeto de mi vida es el de glorificarlo. A la escuela cristiana voy a aprender la mejor manera de traer gloria y honor al Señor. En las escuelas públicas aprendo cuestiones científicas basadas en experimentación y cálculos. En mis relaciones sociales aprendo a llevarme bien con los demás y a ser cortés, amigable y bondadoso. Pero en la escuela cristiana voy a hablar con Dios y a aprender más de Él.
Necesito bases y orientaciones para modelar mi vida. Por eso voy a la escuela cristiana. Allí me enseñan que Jesucristo es la piedra angular del carácter cristiano; me dicen que en Él y por Él todas las cosas subsisten; allí aprendo las cualidades preciosas que me harán más dócil al Señor y más llevadero con los demás. El ejemplo de mi pastor, el de mi maestro y el estímulo de las vidas de los demás, son incentivo para mi propia personalidad. A la Escuela Dominical voy a buscar mi propio crecimiento en las virtudes espirituales. Ya hay suficiente odio en el mundo ––necesito amor: hay suficiente perfidia y vileza—- necesito un espíritu noble; hay suficiente doblez y maldad —necesito sinceridad; hay suficiente libertinaje –– necesito templanza; hay suficiente pasión y orgullo —-necesito humildad y desprendimiento. Y amor, espíritu noble, sinceridad, templanza, humildad y desprendimiento los encuentro cuando asisto a la escuela cristiana y me doy a la tarea de saber la voluntad de Dios para mi vida.
Edith Yoana Flores Morales
Pastora Presbítero Itinerante